Esta tecnología ha permitido observar con precisión proteínas que provocan resistencias a quimioterapias contra el cáncer o a los antibióticos que empleamos contra las infecciones, el funcionamiento de los complejos moleculares que regulan el reloj circadiano (que recibió el Nobel de Medicina de este año) o los mecanismos por los que se captura la luz durante la fotosíntesis. En un caso muy práctico mencionado, se recuerda cómo cuando los investigadores empezaron a sospechar que el virus del Zika era la causa de la epidemia de bebés nacidos con daños cerebrales en Brasil, emplearon la criomicroscopía para obtener fotografías del virus. Gracias a las imágenes tridimensionales que obtuvieron, pudieron empezar a buscar fármacos con los que combatir la infección.
miércoles, 4 de octubre de 2017
Nobel Química 2017
La Real Academia Sueca de Ciencias ha otorgado el premio
Nobel de Química de 2017 a Jacques Dubochet (Aigle, Suiza, 1942),
Joachim Frank (Siegen, Alemania, 1940) y Richard Henderson (Edimburgo,
Reino Unido, 1945) por su aportación al desarrollo de tecnologías para
generar imágenes tridimensionales de las moléculas de la vida, algo que
está sirviendo ya para entender mejor procesos biológicos como las
infecciones o nuestros ciclos de sueño. En palabras de la academia, su
mérito consiste en "el desarrollo de la criomicroscopía electrónica para
la determinación a alta resolución de la estructura de biomoléculas en
una solución".
La
estructura de las moléculas está directamente relacionada con lo que
son capaces de hacer y conocerla y fotografiarla ayuda a entender su
función. La criomicroscopía electrónica ha permitido congelar esas
biomoléculas en movimiento y hacerles una foto con resolución atómica.
Esta tecnología ha permitido observar con precisión proteínas que provocan resistencias a quimioterapias contra el cáncer o a los antibióticos que empleamos contra las infecciones, el funcionamiento de los complejos moleculares que regulan el reloj circadiano (que recibió el Nobel de Medicina de este año) o los mecanismos por los que se captura la luz durante la fotosíntesis. En un caso muy práctico mencionado, se recuerda cómo cuando los investigadores empezaron a sospechar que el virus del Zika era la causa de la epidemia de bebés nacidos con daños cerebrales en Brasil, emplearon la criomicroscopía para obtener fotografías del virus. Gracias a las imágenes tridimensionales que obtuvieron, pudieron empezar a buscar fármacos con los que combatir la infección.
Esta tecnología ha permitido observar con precisión proteínas que provocan resistencias a quimioterapias contra el cáncer o a los antibióticos que empleamos contra las infecciones, el funcionamiento de los complejos moleculares que regulan el reloj circadiano (que recibió el Nobel de Medicina de este año) o los mecanismos por los que se captura la luz durante la fotosíntesis. En un caso muy práctico mencionado, se recuerda cómo cuando los investigadores empezaron a sospechar que el virus del Zika era la causa de la epidemia de bebés nacidos con daños cerebrales en Brasil, emplearon la criomicroscopía para obtener fotografías del virus. Gracias a las imágenes tridimensionales que obtuvieron, pudieron empezar a buscar fármacos con los que combatir la infección.
martes, 3 de octubre de 2017
Nobel Física 2017
Los científicos estadounidenses Rainer Weiss,
Barry Barish y Kip Thorne han ganado el Premio Nobel de Física 2017 por
su trabajo en LIGO,
el detector de ondas gravitacionales.
Albert Einstein fue el primero en predecir la existencia de estas señales, pero estaba convencido de que nadie podría detectarlas. Su Teoría General de la Relatividad implicaba que algunos de los cuerpos más violentos del universo —como los agujeros negros— liberan energía en forma de ondas gravitacionales que se expanden por el espacio-tiempo a la velocidad de la luz deformándolo como hace una piedra al caer en un estanque. Estos cuerpos están tan lejos que, al llegar a la Tierra, sus ondas son tan débiles que no había tecnología capaz de captarlas, aseguró Einstein.
Un siglo después, el 14 de septiembre de 2015, los detectores de LIGO captaron la primera señal de una onda gravitacional, tras un trabajo que había comenzado cinco décadas antes. La produjo el choque de dos agujeros negros decenas de veces más masivos que el Sol. Su onda expansiva había viajado por el universo durante 1.300 millones de años hasta ser captada.
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